martes, 12 de agosto de 2008

Resonancia/Humbterto González Ordaz

RESONANCIA


Por: Humberto González Ordaz
En nuestra diaria labor, vamos a colonias populares e incluso en ocasiones hasta comunidades rurales, donde hemos comprobado que sigue creciendo la irritación de la sociedad por como se están dando las cosas en materia económica por parte de quienes nos gobiernan. Familias enteras, sobretodo comunidades rurales alejadas de las ciudades, comen en algunas ocasiones solo una vez al día y si bien les va dos, pues no hay para más. A raíz de que dejó el cultivo del algodonero ser el rector, la economía de La Laguna se vino abajo. Se trató de que a través de las maquilas la economía volviera a ser la de antes, pero desafortunadamente no fue así. En busca del sustento de ellos y de sus familias, los campesinos emigraron a las grandes urbes, donde se colocaron de mozos, paleteros, jardineros y aún los ancianos imploran la caridad pública. El orgullo hubieron de hacerlo a un lado, para medianamente subsistir, y eso definitivamente fue creando un malestar que ojalà no estalle, pues nadie lo quiere. No es posible, que a las familias del campo, los comerciantes voraces les venden un litro de aceite comestible a 40 pesos; el kilogramo de tortilla hasta en 15 o más pesos, cuando no debe costar más de 10; un kilogramo de frijol que a ellas se las pagan a no más de siete pesos, al triple de esta cantidad: Lo mismo, no se puede aceptar que los ricos de La Laguna confabulados con funcionarios de la CONAGUA, Reforma agraria y otras dependencias, incluso estatales y municipales, los sigan despojando de sus pocas pertenencias, como lo son las tierras, sus implementos agrícola, norias y hasta el puerco que engordan para alguna ocasión especial. Vamos, hasta la cooperacha pa´l café que exigen policías y tránsitos, ya no es de 20 pesos, ahora exigen como mínimo un cincuentón. Y esto, definitivamente, va incubando un sentimiento que ojalà no explote, acordémonos que no estamos lejos del dos mil diez, pues.

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