Así como el envío de dinero ha sido un medio para llevar recursos, ahora sirve para transferir la recesión.
DPA Publicado: 22/02/2009 11:28
Madrid. En el mundo hay unos 200 millones de migrantes. Dejan sus países y sus seres queridos por guerras o hambrunas o en busca de un porvenir mejor. Pero no se olvidan de los que dejaron atrás, a los que envían dinero desde los lugares más remotos de la Tierra.
En 2008, esas remesas transferidas a los países en desarrollo supusieron alrededor de 280 mil millones de dólares (unos 220 mil millones de euros), según un reciente informe del Banco Mundial (BM).
Para hacerse una idea de la importancia de esta suma, valga decir que casi triplica la ayuda mundial al desarrollo procedente de los países ricos.
Pero las remesas no se libran de la crisis económica y financiera que golpea al planeta y que ha convertido la tierra prometida de tantos emigrantes en un paraíso perdido.
Son muchos los que se han quedado sin empleo -los trabajadores foráneos son muchas veces los primeros en ser despedidos- o ahora ganan menos. Otros deciden ahorrar un poco más, para tener alguna reserva si las cosas empeoran. La consecuencia, en todo caso, es la misma: ya no pueden enviar tanto dinero a sus familiares como antes.
El Banco Mundial calcula que, después de varios años de fuerte crecimiento, las transferencias de remesas en todo el mundo pueden caer en 2009 hasta 6.0 por ciento, lo que tendrá un fuerte impacto en millones de hogares y en la propia economía de los países receptores.
Lo que se avecina, apunta el economista Íñigo Moré, es un auténtico drama. "Si las remesas han sido un canal para transferir recursos de países ricos a países pobres, ahora lo que hay es una transferencia de la crisis", señala el fundador de la asociación Remesas.org, una iniciativa social y sin ánimo de lucro formada por un grupo de economistas y analistas que quiere poner de manifiesto y potenciar el importante papel de estos envíos de dinero en la economía global.
Según esta asociación con sede en Madrid, las remesas constituyen el flujo económico más eficaz para reducir la pobreza en los países en desarrollo.
Así lo demuestra el hecho de que para muchos países estos fondos constituyen no sólo la principal fuente de divisas, sino además una parte importante de su Producto Interior Bruto (PIB), con máximos como los de Tayikistán (45 por ciento), Moldavia (38 por ciento), Tonga (35 por ciento), Lesoto (29 por ciento) u Honduras (25 por ciento), según los datos del BM.
Los países que más dinero recibieron por este concepto en 2007 fueron India (27 mil millones de dólares), China (25.700 millones) y México (25 mil millones).
La crisis, vaticina el BM, afectará a unos sectores más que a otros, como es el caso de las remesas relacionadas con la construcción que se transfieren de Estados Unidos a México o de los Estados del Golfo a Asia meridional, África u otros países de Oriente Medio.
América Latina y el Caribe son dos de las regiones que más remesas reciben. Y los países más expuestos a las consecuencias de una caída son los centroamericanos y caribeños, dado que en muchos de ellos estos fondos representan entre el 15 y casi el 40 por ciento del PIB, como es el caso de Haití, Honduras, Jamaica, El Salvador, Nicaragua y Guatemala, en orden decreciente.
En un segundo nivel de exposición se encuentran algunas economías sudamericanas como Bolivia y el Ecuador que, junto con Belice, la República Dominicana y Granada, tienen niveles de peso de las remesas en el PIB de entre 5 y 10 por ciento, señala un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), una de las cinco comisiones regionales de las Naciones Unidas.
La dimensión del drama que la caída de las remesas puede suponer queda patente si se considera que alrededor de la mitad de las personas que reciben este dinero no tiene otra fuente de ingresos, toda vez que los sistemas de protección social en las naciones receptoras son muchas veces precarios.
"Se trata de los hijos o los padres de los emigrantes que permanecen en sus países de origen", explica Moré. Esta dependencia, unida a la vulnerabilidad a la que estas personas están expuestas, "convierte la crisis económica en una crisis social", advierte. En su opinión, el "epicentro" de este terremoto se situará posiblemente en Bolivia y Ecuador, dos países que dependen mucho de estos recursos.
También la Cepal advierte que, ante este panorama, "el gran desafío que se impone es evitar alzas de los indicadores de pobreza" y que las políticas públicas "no sólo enfrentan el reto de estabilizar el crecimiento económico con políticas anticíclicas, sino también el de desarrollar instrumentos para proteger a la población más vulnerable de los efectos de la crisis".
Moré critica en este contexto que muchos países latinoamericanos no son conscientes de este problema y además cobran impuestos "disparatados" por las remesas transferidas, algo que considera injusto porque los beneficiarios en su mayoría son gente humilde. Y porque los que con mucho esfuerzo envían ese dinero son doblemente castigados, dado que ya tuvieron que pagar los impuestos a los que están sujetos sus salarios en los países donde residen y trabajan.
Las remesas enviadas desde España, el principal país emisor de la Unión Europea (UE), también han sufrido el golpe de la crisis, con una caída de alrededor del 7,0 por ciento en el tercer trimestre de 2008 en comparación con el mismo periodo del año anterior, hasta los 1.952 millones de euros (unos 2 mil 500 millones de dólares).
Al margen de que esto supone casi 200 millones de dólares menos que en 2007, es la primera caída desde que existen las estadísticas sobre remeses, iniciadas hace unos 20 años.
"Es un reflejo de la situación económica. Donde no hay salarios, no hay remesas", indica Moré refiriéndose al alarmante repunte del desempleo en España, que ya afecta a 3,3 millones de personas, entre ellos más de 400 mil inmigrantes.
Para Dilip Ratha, economista del Banco Mundial, las remesas, pese a todo, tendrán una mejor capacidad de adaptación a la crisis que los flujos de capital o incluso que la ayuda oficial de aquí hasta el año 2010.
Ratha sostiene, incluso, que el dinero que transfieren los emigrantes a casa desde el extranjero puede mantener a flote las economías de sus países y ayudarlos a capear mejor la tormenta, ya que, aunque envíen menos, rara vez dejan de hacerlo del todo.
Moré, sin embargo, no es tan optimista. "No cabe la posibilidad de una mejora de la situación. Más bien todo lo contrario", dice.
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