domingo, 28 de diciembre de 2008

¿Y tú le crees a Moreira? Yo tampoco


¿Y tú le crees a

Moreira? Yo tampoco...


Carlos Avilés Allende

El Universal


¡Ah, la memoria! Bendita memoria. A dónde te dejamos. Y perdonen que insista, como lo he hecho en este espacio. Pero a veces, muchas veces, hay que recurrir a ella. Porque si recurrimos a ella recordaremos que hace justo tres años, el profe Humberto Moreira, para ganar votos, prometió aplicar cadena perpetua para secuestradores en su estado. Ganó, se convirtió en el góber bailador de Coahuila e instauró la cadena perpetua. La delincuencia no disminuyó y los secuestros menos. Pero eso sí, ¡cómo ganó votos!


Ahora, tres años después, impulsa la pena de muerte.


Sabe que tampoco disminuirá la delincuencia y que las probabilidades de que sea aprobada son mínimas porque se requiere modificar la Constitución y respetar diversos tratados que México firmó para abolir la pena de muerte y nunca más volver a contemplarla en su legislación.


Pero también sabe que, eso sí, votos, votos tendrá muchos muchísmos para su partido, el PRI. Y, al mismo tiempo sabe que desgastará a los demás partidos, que se oponen, con justa razón a la medida.


Porque quien piense que es una estrategia aislada o una ocurrencia sólo de Moreira está muy equivocado.


Pero cómo explicarle a quien ha sido asaltado, secuestrado, que tiene familiares que han sido asesinados, que son víctimas inocentes de enfrentamientos, que, ni siquiera por cuestiones humanitarias, la medida es viable y que sólo van en busca de su voto.


Cómo sea, vamos por partes. Sólo tres puntos:


Primero. Seguimos con la memoria. El martes 13 de diciembre de 2005, en Coahuila, se aprobaron reformas para establecer penas acumulables de 60 hasta 180 años de prisión, equiparables a la cadena perpetua a secuestradores, violadores, homicidas dolosos y delincuentes que cometan el delito de robo agravado.


La reforma que se realizó en Coahuila respondió a una promesa de campaña que realizó como candidato el gobernador Humberto Moreira Valdés.


A tan sólo 13 días de su llegada como mandatario estatal, Humberto Moreira logró que el Congreso materializara su promesa de endurecer las penas contra los delincuentes, a pesar de la polémica que se desató en su localidad, especialmente porque dicho estado no registra niveles altos de delincuencia.


La reforma impulsada por Moreira contó con el respaldo de una decisión que había adoptado la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al modificar un criterio, en septiembre de ese mismo 2005, con base en el cual determinó que la prisión vitalicia, la cadena perpetua o sus equiparables no son violatorias de la Constitución.


Esa decisión la adoptó la Corte al validar el artículo 27 del Código Penal de Chihuahua, en el que se establecieron penas acumuladas de hasta 105 años de prisión para quienes secuestren y asesinen a mujeres y a menores de edad.


La reforma se impulsó para combatir los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. ¿Funcionó? Noo. Como tampoco funcionó en Coahuila.


Aún así este tipo de medidas y de penas, catalogadas en la práctica como cadenas perpetuas, se replicaron en otros estados gobernados por priistas: Veracruz y Puebla, en donde la medida se adoptó apenas el viernes pasado.


¿Y funcionaron o funcionarán? Tampoco. Coincido con quienes dicen en que la solución no son las penas severas, sino acabar con la impunidad. Para qué tantas penas si ni siquiera detienen a los delincuentes.


Por eso como le diría la maestra Elba Esther a Madrazo (por cierto muy cercana al góber bailador): ¿Tú le crees a Moreira? Yo tampoco.


Segundo. Quien piense, reitero, que la iniciativa que impulsó Moreira en Coahuila y que se convirtió en una iniciativa que llegó al Congreso de la Unión, es una decisión solitaria o una mera puntada, está equivocado. Por la forma en que se han ido desarrollando la estrategia parece haber sido consensuada y aprobada por varios líderes y gobernadores del PRI.


Sí, incluso, por los mismos legisladores que en el 2005 aprobaron eliminar de la Constitución la pena de muerte.

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