Entre recuerdos de la Revolución, cumple 108 años chofer de Pancho Villa
Juan Carlos Caballero dice sentirse bien de salud, pero triste porque ni el gobierno del estado ni el municipal de Ciudad Guadalupe lo ayudan para operarse de las cataratas
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Por: David Carrizales/La Jornada
Monterrey, NL. Juan Carlos Caballero Vega, quien fuera chofer de Pancho Villa, cumple este martes 108 años de vida, con buena salud y gran fortaleza, que le permiten recorrer diariamente unos ocho kilómetros, desde el asilo donde vive en Ciudad Guadalupe hasta alguna colonia popular como la Tierra Propia, para visitar algunos amigos.
Sin embargo, se muestra triste porque las autoridades municipales y estatales no le han proporcionado apoyo para operarse las cataratas, que prácticamente le impiden ver con el ojo derecho.
Al llegar al asilo del Club de Leones y preguntar por Carlitos, como lo conocen sus compañeros de la “estancia geriátrica”, la encargada de la cocina informa que no está pues “es muy andariego”.
Pocos minutos después arriba al lugar, siempre dispuesto a platicar historias sobre el general Francisco Villa y su movimiento revolucionario, al que se sumó cuando apenas contaba con 14 años, junto con un amigo llamado Dimas, que murió en la toma de Zacatecas, y donde él mismo resultó mal herido.
En vísperas de cumplir 108 años, este 24 de junio “el mero día de San Juan”, Caballero Vega, dice que se siente bien, pero algo tristón, porque ni del gobierno del estado ni el municipal de Ciudad Guadalupe, lo han ayudado para que lo operen de las cataratas.
“Me iban a llevar para que me atendieran, estaba la orden, pero no me han llevado, no sé si me iban a dar pupilentes, pero no me los han dado, ya le busqué por otro lado, mañana a ver si me llevan para Santa Catarina”, dice.
-Dónde andaba
-En Tierra Propia, son como cuatro kilómetros, pero yo me echo más, de perdido como ocho kilómetros diarios
-Pero este solazo (38 grados centígrados) le hace daño
-Sí, pero yo me voy temprano, salí a las siete de la mañana, y regresé a la una, a la hora de la comida, además traigo mi cachucha. Yo casi no asisto aquí.
Ya entrando en materia, Carlitos confiesa: “Yo no niego que haya sido algo duro en la Revolución, pero todo por qué, porque los ricos no le pagaban al pobre, me fui a la Revolución porque no me gustaban ni me gustan las injusticias, por eso peleé yo, y todavía las estamos viendo por todos lados, así es que ya no hay a cuál ir, ahora puro hacer males, muertes y muertes, qué es eso, a dónde nos lleva todo eso, y la misma policía se mete con ellos (los criminales)”.
-Se mantiene muy derechito
-Pues así me tiene Dios, hago como 20 lagartijas diarias, hago sentadillas, no crean, si aquí vienen muchachos de 14, 16 años, pero no me llegan porque yo desde joven me gustó jugar todos los deportes, eso es lo que me ha de tener más o menos. No tomo ni bebo, porque mi padre me dijo, si vuelves a tomar ya no te vamos a querer y yo sí lo obedecía a él.
“Era medio bragado mi general”
Juan Carlos Caballero recuerda que su habilidad para conducir un automóvil “Fortingo”, ya que su padre era un rico ganadero de Chihuahua que tenía uno de esos populares vehículos, fue lo que le abrió las puertas de la confianza de Pancho Villa.
Cuenta que cuando él y su amigo Dimas Ayala le dijeron que querían sumarse a la Revolución, Villa respondió: “Están muy chamacos”; pero al ver un “Fortingo” a pocos metros le dijo: “Mi general, yo puedo arriar uno de esos”. Incrédulo, le preguntó: “A ver, muévalo”, y entonces dio varias vueltas y el general aceptó.
Como chofer de Pancho Villa estuve como dos años y medio, pero fue entre los cuetazos (balazos). Asegura que le tocó participar en la invasión a Columbus (16 de marzo de 1916). “Eramos como 300 o 400 dorados, había muchas agallas”.
-Estuvo cuando les cortó las orejas a los gringos
-Sí, era medio bragado mi general. Se las cortó para que supieran quién era él
Pero justifica, les agarró mucho coraje y “eso nos orilló a vengarnos”, porque le habían vendido unas cajas de parque con balas de salva.
Don Juan Carlos, sostiene que como chofer de Villa le tocaba llevarlo con las muchachas, “tenía mucho aguante pa' las mujeres, diariamente lo llevaba con cinco”, y tenía otra cosa, se acostaba aquí y amanecía en otra parte, durante la noche se cambiaba diez o doce veces de casa, porque era muy desconfiado, quién sabe qué presentía”.
“Dicen que soy un personaje histórico”
El villista comenta que le siguen dando una pensión de veterano de la Revolución de mil 600 pesos mensuales, y un apoyo del estado de 500 pesos mensuales para los adultos mayores, y no tiene más ayudas, aunque tuvo cuatro hijos, tres hombres y una mujer, “pero me dejaron solito, estaban sentidos porque me casé con otra mujer, después que murió mi esposa”.
Cuando mataron a mi general, yo había dejado de ser su chofer. Villa quería que yo me fuera con él, pero en realidad yo soñé a mi madrecita muerta y fue lo que me orilló a decirle: “Mire mi general todo el tiempo lo he seguido, pero hasta aquí nomás, voy a ver qué se ofrece en mi casa, soñé a mi madrecita muerta; mire me dio un puño de dinero, centenarios, se los dio a papá y mi mamá”.
“Todo eso yo lo digo cuando tengo entrevistas, me busca la gente, hasta los que no son reporteros porque me vienen conocer. Dicen que soy un personaje histórico”.
Hasta el mismo asilo acudió hace unos cuatro años para conocerlo, el historiador austriaco, Friedrich Katz, biógrafo de Pancho Villa, y una de las nietas del general, Rosa Elia, le autografió uno de sus libros, aunque el domingo por la noche, al acudir a un evento al que lo llevaron como invitado, estuvo a punto de hacerle algunas precisiones sobre lo que dijo del general, “lo que pasa es que ella es escritora, y le conviene la publicidad, por eso habla de más”, dice con gran agudeza y picardía el sobreviviente de la División del Norte.
Juan Carlos Caballero dice sentirse bien de salud, pero triste porque ni el gobierno del estado ni el municipal de Ciudad Guadalupe lo ayudan para operarse de las cataratas
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Por: David Carrizales/La Jornada
Monterrey, NL. Juan Carlos Caballero Vega, quien fuera chofer de Pancho Villa, cumple este martes 108 años de vida, con buena salud y gran fortaleza, que le permiten recorrer diariamente unos ocho kilómetros, desde el asilo donde vive en Ciudad Guadalupe hasta alguna colonia popular como la Tierra Propia, para visitar algunos amigos.
Sin embargo, se muestra triste porque las autoridades municipales y estatales no le han proporcionado apoyo para operarse las cataratas, que prácticamente le impiden ver con el ojo derecho.
Al llegar al asilo del Club de Leones y preguntar por Carlitos, como lo conocen sus compañeros de la “estancia geriátrica”, la encargada de la cocina informa que no está pues “es muy andariego”.
Pocos minutos después arriba al lugar, siempre dispuesto a platicar historias sobre el general Francisco Villa y su movimiento revolucionario, al que se sumó cuando apenas contaba con 14 años, junto con un amigo llamado Dimas, que murió en la toma de Zacatecas, y donde él mismo resultó mal herido.
En vísperas de cumplir 108 años, este 24 de junio “el mero día de San Juan”, Caballero Vega, dice que se siente bien, pero algo tristón, porque ni del gobierno del estado ni el municipal de Ciudad Guadalupe, lo han ayudado para que lo operen de las cataratas.
“Me iban a llevar para que me atendieran, estaba la orden, pero no me han llevado, no sé si me iban a dar pupilentes, pero no me los han dado, ya le busqué por otro lado, mañana a ver si me llevan para Santa Catarina”, dice.
-Dónde andaba
-En Tierra Propia, son como cuatro kilómetros, pero yo me echo más, de perdido como ocho kilómetros diarios
-Pero este solazo (38 grados centígrados) le hace daño
-Sí, pero yo me voy temprano, salí a las siete de la mañana, y regresé a la una, a la hora de la comida, además traigo mi cachucha. Yo casi no asisto aquí.
Ya entrando en materia, Carlitos confiesa: “Yo no niego que haya sido algo duro en la Revolución, pero todo por qué, porque los ricos no le pagaban al pobre, me fui a la Revolución porque no me gustaban ni me gustan las injusticias, por eso peleé yo, y todavía las estamos viendo por todos lados, así es que ya no hay a cuál ir, ahora puro hacer males, muertes y muertes, qué es eso, a dónde nos lleva todo eso, y la misma policía se mete con ellos (los criminales)”.
-Se mantiene muy derechito
-Pues así me tiene Dios, hago como 20 lagartijas diarias, hago sentadillas, no crean, si aquí vienen muchachos de 14, 16 años, pero no me llegan porque yo desde joven me gustó jugar todos los deportes, eso es lo que me ha de tener más o menos. No tomo ni bebo, porque mi padre me dijo, si vuelves a tomar ya no te vamos a querer y yo sí lo obedecía a él.
“Era medio bragado mi general”
Juan Carlos Caballero recuerda que su habilidad para conducir un automóvil “Fortingo”, ya que su padre era un rico ganadero de Chihuahua que tenía uno de esos populares vehículos, fue lo que le abrió las puertas de la confianza de Pancho Villa.
Cuenta que cuando él y su amigo Dimas Ayala le dijeron que querían sumarse a la Revolución, Villa respondió: “Están muy chamacos”; pero al ver un “Fortingo” a pocos metros le dijo: “Mi general, yo puedo arriar uno de esos”. Incrédulo, le preguntó: “A ver, muévalo”, y entonces dio varias vueltas y el general aceptó.
Como chofer de Pancho Villa estuve como dos años y medio, pero fue entre los cuetazos (balazos). Asegura que le tocó participar en la invasión a Columbus (16 de marzo de 1916). “Eramos como 300 o 400 dorados, había muchas agallas”.
-Estuvo cuando les cortó las orejas a los gringos
-Sí, era medio bragado mi general. Se las cortó para que supieran quién era él
Pero justifica, les agarró mucho coraje y “eso nos orilló a vengarnos”, porque le habían vendido unas cajas de parque con balas de salva.
Don Juan Carlos, sostiene que como chofer de Villa le tocaba llevarlo con las muchachas, “tenía mucho aguante pa' las mujeres, diariamente lo llevaba con cinco”, y tenía otra cosa, se acostaba aquí y amanecía en otra parte, durante la noche se cambiaba diez o doce veces de casa, porque era muy desconfiado, quién sabe qué presentía”.
“Dicen que soy un personaje histórico”
El villista comenta que le siguen dando una pensión de veterano de la Revolución de mil 600 pesos mensuales, y un apoyo del estado de 500 pesos mensuales para los adultos mayores, y no tiene más ayudas, aunque tuvo cuatro hijos, tres hombres y una mujer, “pero me dejaron solito, estaban sentidos porque me casé con otra mujer, después que murió mi esposa”.
Cuando mataron a mi general, yo había dejado de ser su chofer. Villa quería que yo me fuera con él, pero en realidad yo soñé a mi madrecita muerta y fue lo que me orilló a decirle: “Mire mi general todo el tiempo lo he seguido, pero hasta aquí nomás, voy a ver qué se ofrece en mi casa, soñé a mi madrecita muerta; mire me dio un puño de dinero, centenarios, se los dio a papá y mi mamá”.
“Todo eso yo lo digo cuando tengo entrevistas, me busca la gente, hasta los que no son reporteros porque me vienen conocer. Dicen que soy un personaje histórico”.
Hasta el mismo asilo acudió hace unos cuatro años para conocerlo, el historiador austriaco, Friedrich Katz, biógrafo de Pancho Villa, y una de las nietas del general, Rosa Elia, le autografió uno de sus libros, aunque el domingo por la noche, al acudir a un evento al que lo llevaron como invitado, estuvo a punto de hacerle algunas precisiones sobre lo que dijo del general, “lo que pasa es que ella es escritora, y le conviene la publicidad, por eso habla de más”, dice con gran agudeza y picardía el sobreviviente de la División del Norte.
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