Salió el peine
Por: Manuel Camacho Solís
Felipe Calderón impuso a Gustavo Madero para retomar la iniciativa política que ha estado perdiendo. Le es funcional para quitar a Santiago Creel, hacerse de un candidato a gobernador de Chihuahua, incluir a la Secretaría de Hacienda en la negociación petrolera, cerrar el diálogo con el FAP y prepararse para la competencia con el PRI hacia 2009.
Sin embargo, bastó con una declaración candorosa del senador para agotar la eficacia del cambio de fichas.
Salió rápido el peine: aprobar la reforma energética en un extraordinario en agosto y para ello conseguir “el 11% de los votos de senadores del PRI que les faltan”.
El gobierno y el PAN no están haciendo bien sus cuentas. El PAN no puede por sí mismo convocar al extraordinario y al anunciar su intención de cooptar votos del PRI, debilita su relación con sus pares y la cuenta cambia.
La miopía del gobierno queda sobre todo expuesta al mostrar que no es capaz de ver más allá de los recintos parlamentarios. Está tomando decisiones como si no hubiera opinión pública y no existiera capacidad de movilización social opositora.
Para ellos, la pérdida de apoyo a su proyecto, no cuenta. Como tampoco contó la confirmación del conflicto de intereses de su secretario de Gobernación. No importa que la oposición esté ganando el debate en el Senado. Qué más da, si el respaldo a la iniciativa presidencial va en descenso.
Que se hayan cometido tantos errores en el posicionamiento y la defensa de su proyecto (“no habrá iniciativa del Ejecutivo”; “el video del tesoro no es del gobierno”; “no hay dinero ni tecnología”, “no se pretende abrir Pemex a la inversión extranjera, ni cambiar la Constitución por la vía de una reforma a las leyes”).
La confesión de sus intenciones demuestra que les tiene sin cuidado la consulta ciudadana que se hará en el Distrito Federal y en otras partes del país. Qué más da que el 78% de los ciudadanos quieran ser tomados en cuenta, incluyendo al 70% de los panistas.
Para el gobierno tampoco cuenta el potencial de movilización social. Se dirán a sí mismos: “Si con las movilizaciones de 2006 no pudieron detenernos, tampoco lo podrán hacer ahora con el petróleo; cuando, además, ya no habrá Informe y su radicalización aglutinará a los intereses en su contra y polarizará el 2009 en detrimento del PRI”.
En vez de fortalecerse, con el cambio de piezas, Felipe Calderón se está debilitando. En vez de aprovechar el debate y la consulta para encauzar el conflicto político, los desprecia. En vez de preparar una negociación seria para fortalecer a Pemex, de nuevo pretende violentar la elaboración del dictamen para regresar a su pretensión de abril.
La declaración candorosa del senador Madero ya provocó reacciones. La reacción del PRI y el FAP debiera terminar de convencer a Felipe Calderón: su reforma ya no es viable en sus términos iniciales, pero sí está obligado a encontrar una solución política, y también técnica.
Por: Manuel Camacho Solís
Felipe Calderón impuso a Gustavo Madero para retomar la iniciativa política que ha estado perdiendo. Le es funcional para quitar a Santiago Creel, hacerse de un candidato a gobernador de Chihuahua, incluir a la Secretaría de Hacienda en la negociación petrolera, cerrar el diálogo con el FAP y prepararse para la competencia con el PRI hacia 2009.
Sin embargo, bastó con una declaración candorosa del senador para agotar la eficacia del cambio de fichas.
Salió rápido el peine: aprobar la reforma energética en un extraordinario en agosto y para ello conseguir “el 11% de los votos de senadores del PRI que les faltan”.
El gobierno y el PAN no están haciendo bien sus cuentas. El PAN no puede por sí mismo convocar al extraordinario y al anunciar su intención de cooptar votos del PRI, debilita su relación con sus pares y la cuenta cambia.
La miopía del gobierno queda sobre todo expuesta al mostrar que no es capaz de ver más allá de los recintos parlamentarios. Está tomando decisiones como si no hubiera opinión pública y no existiera capacidad de movilización social opositora.
Para ellos, la pérdida de apoyo a su proyecto, no cuenta. Como tampoco contó la confirmación del conflicto de intereses de su secretario de Gobernación. No importa que la oposición esté ganando el debate en el Senado. Qué más da, si el respaldo a la iniciativa presidencial va en descenso.
Que se hayan cometido tantos errores en el posicionamiento y la defensa de su proyecto (“no habrá iniciativa del Ejecutivo”; “el video del tesoro no es del gobierno”; “no hay dinero ni tecnología”, “no se pretende abrir Pemex a la inversión extranjera, ni cambiar la Constitución por la vía de una reforma a las leyes”).
La confesión de sus intenciones demuestra que les tiene sin cuidado la consulta ciudadana que se hará en el Distrito Federal y en otras partes del país. Qué más da que el 78% de los ciudadanos quieran ser tomados en cuenta, incluyendo al 70% de los panistas.
Para el gobierno tampoco cuenta el potencial de movilización social. Se dirán a sí mismos: “Si con las movilizaciones de 2006 no pudieron detenernos, tampoco lo podrán hacer ahora con el petróleo; cuando, además, ya no habrá Informe y su radicalización aglutinará a los intereses en su contra y polarizará el 2009 en detrimento del PRI”.
En vez de fortalecerse, con el cambio de piezas, Felipe Calderón se está debilitando. En vez de aprovechar el debate y la consulta para encauzar el conflicto político, los desprecia. En vez de preparar una negociación seria para fortalecer a Pemex, de nuevo pretende violentar la elaboración del dictamen para regresar a su pretensión de abril.
La declaración candorosa del senador Madero ya provocó reacciones. La reacción del PRI y el FAP debiera terminar de convencer a Felipe Calderón: su reforma ya no es viable en sus términos iniciales, pero sí está obligado a encontrar una solución política, y también técnica.
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